En mi institución educativa he podido observar que existen aspectos del entorno que favorecen el desarrollo de la autorregulación en los niños y niñas. Uno de ellos es la presencia de rutinas claras y predecibles, que brindan seguridad y permiten a los niños anticipar lo que va a suceder. También contamos con docentes que practican una escucha activa, validan las emociones de los niños y los acompañan cuando atraviesan momentos difíciles. Sin embargo, también he identificado algunas limitaciones, como por ejemplo la falta de un espacio físico destinado a la calma, donde los niños puedan retirarse voluntariamente cuando están sobrecargados emocionalmente. Además, a veces, por la carga administrativa o el número de estudiantes, los adultos no siempre pueden ofrecer el acompañamiento emocional que cada niño necesita.
Según lo revisado en estas semanas, un entorno que promueve la autorregulación debe ser emocionalmente seguro, organizado, con adultos disponibles afectivamente, y debe ofrecer oportunidades para que los niños practiquen habilidades de autorregulación. Esto nos invita a seguir fortaleciendo nuestras prácticas desde un enfoque consciente y respetuoso del desarrollo emocional infantil.